"La madera me dio todo, la alegría de conocer paisajes hermosos, amigos, trabajo y dignidad".
El jujeño José Alberto Pérez vive creando con sus manos. La madera como materia de expresión, donde cada uno de sus vuelos artísticos no conocen límites. El material intervenido, surgiendo figuras luego de abordar la construcción. Sus trabajos vienen ganando reconocimientos, son obras que manifiestan el propio sentido de la existencia real. «La primera relación que tuve con la madera fue en mi niñez, todos los días solía ir a la carpintería de un vecino a ayudarlo. Ahí se impregnaba en mis manos el aroma de la madera con la frescura de la mañana mientras preparaba el fuego para el mate cocido, esperando al carpintero. Así aprendí, jugando», contó Pérez .Con la sensibilidad a flor de piel, el nacido en El Talar, departamento Santa Bárbara, aborda desde el año 1997 una de las técnicas escultóricas más antiguas que ha empleado el hombre, y que sigue conservando toda su fuerza atractiva. La madera es fuerte, maleable, cálida. Su talla puede transformarse en un proceso laborioso, lento. Un arte ancestral que permite, por ejemplo, que un tronco de un árbol muerto siga vivo, de otro modo. Mutando en una segunda vida.«La carpintería me dio todo lo que necesitaba; la geometría, la superposición de los materiales, los planos y las medidas hechas proporciones repetidas hasta dos o tres veces, para que todo esté listo. Si bien no conocí ahí las herramientas de talla, del mismo modo, jugando, ayudando a mi padre en su labor de obrero agropecuario, en los momentos de descanso seleccionaba los terrones más duros, y con la punta de un palo escarbaba hasta sacar lo que imaginaba, desde un barco hasta un caballo o un ave. Conocí por primera vez una herramienta de talla en mi etapa de estudiante de primaria, a través de Marta Pereyra, mi maestra de Actividades Prácticas. Era un buril del tamaño de la palma de mi mano. Con él hacía tallas de relieve y tuve mis primeras cicatrices. A la textura, más el aroma de la madera, le agregaba también un color íntimo en algún descuido», recordó Pérez.«Ofendido con la muerte de mi abuelo, Anacleto Pérez, hombre de campo y hachero de profesión, tomé un tronco de madera del fondo de mi casa y con un hacha quise arrancarle el rostro a la muerte, pedirle explicaciones de por qué se lo llevaba. Con el tiempo concluí que por herencia, este oficio de labrador, como el de mi abuelo, también sería el mío, pero con el título de artesano o escultor. Durante mi adolescencia era difícil no poder dejar de estar en contacto con la madera. Fui obrero en campos azucareros, en tabacales, viñedos, empleado de supermercado. Y a todos renuncié por la madera y por el estrecho vínculo con mi madre, que extrañaba cuando emprendía hacia algún destino incierto. Todas las satisfacciones me ha dado la madera sin tener que alejarme de mi madre; nunca imaginé estar ausente hasta de sus estornudos».A lo largo de los últimos años, el escultor jujeño no dejó nunca de alimentar ese vínculo con la madera, en una búsqueda constante de vivencias que le van sumando alternativas, y de esa manera extender la convivencia con ese ritual sagrado. «En diciempre del 2014 se hizo un registro único de artesanos en la capital jujeña, yo cargaba en mi mochila un álbum de fotos viejas con algunos de mis trabajos, un material que serviría, y con el que accedería al carnet provincial. En ese entonces, Juan Carlos Rodríguez era Director de Patrimonio, y al ver esas fotos me invitó a participar de un encuentro en Colón, Entre Ríos. No tenía trabajos para mostrar, por lo que volví a casa corriendo y en dos meses tallé en una tabla cuatro cuadros en relieve con aquel buril: Los Ángeles musiqueros de las ruinas jesuíticas de Misiones, un par de loros, la Pachamama y el Coquena. Instalado en el último stand, se acercaron Juan Carlos Nausneris, Gustavo Da Silva Macorio y Rafael Varisco, y ellos me incluyeron en el de Tallistas, que sigo integrando hasta hoy», agregó.Pérez concluyó diciendo que «ese año fue la primera vez que salí 2aferrado a la madera como mi única y última oportunidad. Logré importantes menciones, consiguiendo cuatro medallas, representando a mi pueblo y a mi provincia. En el mismo evento, pero en 2015, logré el primer puesto y pasé a ser parte del plantel de tallistas profesionales. Y en el 2022, recibí el mayor premio como escultor en el Campeonato Nacional que se hizo también en Colón. La madera me dio todo, la alegría de conocer paisajes hermosos, amigos, trabajo y dignidad. Vaya un fuerte abrazo a mi madre Beatriz Vallejos de Pérez, a mi padre y hermanos. Y a mis vecinos, que se acostumbraron a mis golpes».
Lobostepario.com.ar escrito realizado por Raúl Bertone.
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